Esta frase de un antropólogo alemán en su libro “Enseñanza de la Alimentación” de 1850 encierra mucho de cierto: cualquier proyecto – desde una receta de cocina a un edificio- debe contar con una lista de materiales adecuados, nadie querría arepas de cemento o edificios de arepas. El cuerpo humano requiere de materiales de construcción específicos que puedan cumplir sus funciones; lo que comemos es la materia prima para construir cerebro, corazón, huesos, arterias y venas para la circulación de la sangre y el único medio para aportar materiales, es la alimentación.
La alimentación también influencia los estados emocionales: “barriga llena, corazón contento”, es real, la población de microbios del intestino – nacidos de la dieta- induce estados de ánimo: ansiedad, temor, depresión o euforia y otros cambios en nuestro sentir, la energía con que actuamos, la concentración, la memoria y, prácticamente, nuestra felicidad.
¿Para qué comer bien?
La comida nutre al organismo, a través de ella expresamos gustos, preferencias, valores, creencias y emociones. Comer es una forma de comunicarnos, de compartir experiencias y de crear vínculos afectivos.
No es sólo elegir alimentos saludables, también el disfrutarlos con moderación y equilibrio, sin caer en excesos ni en restricciones. Se trata de escuchar a nuestro cuerpo y necesidades, sin dejarnos llevar por impulsos o por presiones externas. Se trata de comer con conciencia plena, sin culpabilidad ni ansiedad.
La alimentación es un factor clave para nuestra salud física y mental
Las cifras de la OMS hablan que siete de cada 10 muertes en el mundo, atribuibles a Enfermedades Crónicas No Transmisibles: la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer, además de la influencia en la salud emocional.
Principios básicos de una buena alimentación, porque realmente ¡somos lo que comemos!
El mejor consejo proviene de un químico: Paracelso, “Todo es veneno y nada es veneno, sólo la dosis hace el veneno” que puede aplicar a la hora de la comida, la buena alimentación tiene tres pilares fundamentales: variedad, medida y equilibrio. Veamos qué implica cada uno de ellos:
- Variedad: significa incluir en nuestra dieta alimentos de todos los grupos (cereales, legumbres, frutas, verduras, carnes, pescados, huevos, leches vegetales (lejos los lácteos de vaca), frutos secos, aceites y grasas) y evitar el consumo excesivo o exclusivo de un solo tipo de alimento. La variedad tanto en tipos como colores de alimentos naturales sin procesar, asegura un aporte adecuado de todos los nutrientes que el organismo necesita para funcionar correctamente.
- Medida: ajustar la cantidad de alimentos consumidos a las necesidades nutricionales propias, sin déficit ni exceso lo cual ayuda a prevenir el sobrepeso y la obesidad, factores de riesgo para muchas enfermedades.
- Equilibrio: significa distribuir los alimentos a lo largo del día en varias comidas según necesidades y propósitos específicos y respetando las proporciones adecuadas entre los diferentes grupos de alimentos, las necesidades de un atleta difieren de una bibliotecaria o un contador. El equilibrio permite cubrir los requerimientos de nutrición de cada momento del día y evitar elevaciones de azúcar o carencias de nutrientes.
Cómo mejorar los hábitos alimentarios
Para seguir estos principios básicos y ponerlos en práctica, algunas consejos para mejorar y facilitar los buenos hábitos alimentarios:
l Planificar al menos un menú semanal, hacer una lista de compra con los alimentos que se necesitan, la improvisación lleva a opciones poco saludables.
l Escoger alimentos frescos, naturales y de temporada (en cosecha ojalá) y evitar los alimentos procesados industrialmente, suelen ser más sabor pero menos nutrición.
l Elegir métodos de cocción sencillos y saludables, como el hervido, el vapor o el salteado. Evita las frituras, asados con alta temperatura, los rebozados o las salsas grasas. Es buena idea precocinar las “harinas” como papa, arroz, plátano, avena o similares y enfriarlos por 24 horas en la nevera antes de consumirlos de nuevo a temperatura normal, así disminuye su aporte de azúcares y aumenta la cantidad de bacterias beneficiosas del intestino.
l Leer con cuidado las etiquetas de los alimentos antes de comprar, lo que no entienda mejor no comerlo. Revisar el valor nutricional, se ofrecen, por ejemplo, “Leches de frutos secos” (almendras, nueces, etc.) que son más agua y aditivos que otra cosa, elabóralas en tu casa.
l Beber agua como bebida principal y limitar o eliminar el consumo de alcohol, refrescos azucarados o imnitaciones de jugos.
l Comer muy rápido es comportamiento común entre personas con sobrepeso y obesidad, ni disfrutan del sabor y sí comen de más. Evita la televisión o el celular o trabajar mientras se come.
l Respetar los horarios de comida y hacer cambios bajo la guía de un profesional entrenado en dietas, ayunos y otros manejos de la nutrición . Si tienes hambre entre horas, optar por un bocado saludable como una pieza de fruta, una aromática o un puñado de frutos secos, nunca pasteles, tortas o bebidas azucaradas.
l Se flexible y permite algún capricho ocasionalmente. No se trata de prohibir alimentos, es consumirlos con moderación y dentro de una dieta equilibrada.
l Somos lo que comemos, pero también somos cómo comemos. Por eso, cuidar nuestra alimentación es una forma de cuidar nuestra salud y nuestra felicidad. ¿Te animas a probarlo?