Tan pronto el bebé toma su primera leche de la madre, el intestino se puebla de bacterias beneficiosas, que son una especie de vacuna a las buenas, para ayudarle a proteger el intestino, puerta de entrada del organismo, de otras bacterias que no son tan buenas. Esas bacterias son las primeras de todo un grupo que llegará en el futuro: los probióticos, cuyo nombre significa “en pro de la vida”. Esto es lo que hace tan importante, para toda la vida, que el bebé reciba leche materna desde que nace.
Esas bacterias beneficiosas y otras similares, nos acompañarán, idealmente, a lo largo de toda la vida y se encargan de procesar todas las semillitas, afrechos, cáscaras y demás envoltorios vegetales que ingerimos, para transformarlos en sustancias beneficiosas: vitamina K que somos incapaces de producir de otra manera; ciertas grasas que – paradójicamente – contribuyen a frenar la inflamación sistémica de bajo nivel inductora de sobrepeso, además de proteger el cerebro. Por si fuera poco, producen bacteriocinas, que impiden que otros microbios o parásitos perjudiciales se asienten en el intestino y causen fermentación, gases y problemas digestivos.
Elie Metchnikoff (1845-1916) médico y biólogo ruso encontró muchos sitios de su Rusia natal donde había gran cantidad de habitantes que sobrepasaban los 100 años, en perfecta salud, después de mucho investigar, encontró que el elemento común de ellos era el consumo regular de leche agria que contenía bacterias provechosas para el hombre y las llamó probióticos.
No obstante el beneficio y la necesidad que tenemos de ellas, esas amigables bacterias sufren ataques de muchas maneras que vale la pena que conozcas:
- Antibióticos
- Falta de fibra en la dieta
- Falta de líquido diario
- Agua clorada
- Fertilizantes y pesticidas químicos
- Contaminación
Los antibióticos no son necesariamente los que te han aconsejado – mal – que tomes ante cualquier resfriado, están presentes en grandes cantidades en la carne de los animales criados en cautiverio, pues se les suministra para facilitar el aumento de peso. El problema es que, al afectar tu flora bacteriana intestinal, también te hacen propenso a problemas de sobrepeso.
Otra situación que afecta la cantidad y calidad de bacterias amigas de tu intestino es cuánto consumes de fibra, formada por todos los bagazos de las hojas, las cáscaras, las semillitas, los afrechos, mientras menos fibra se consuma, menos probióticos se forman y así el intestino está expuesto a ser invadido por las otras bacterias no tan amigas que llegan con los alimentos, con todas las consecuencias mencionadas.
Igualmente se ve afectada tu flora bacteriana intestinal si consumes poco líquido, de ahí la mayor tendencia al estreñimiento y distensión.
La cloración del agua contribuye a matar bacterias perjudiciales, pero también las buenas. Los pesticidas y químicos presentes en los productos vegetales no orgánicos, y otros tipos de contaminación de los alimentos, terminan en el intestino y también afectan estas bacterias.
Alguien puede pensar: “bueno, me compraré uno de los yogures con probióticos que venden en el supermercado y listo”, pero no hay tal. Aparte de haber sido pasterizado, esa bebida láctea tiene grandes cantidades de azúcar, de colorantes y aditivos que afectan la calidad de las bacterias que quisieras tener en tu intestino.
En nuestra consulta, para resolver este dilema: suministrar probióticos sin contenido lácteo, trabajando en conjunto con nuestra planta de cocina sana, llegamos a una solución ideal y autóctona: hacer una bebida fermentada deliciosa y útil, usando como base la panela y el yacón. Que no es una fórmula única, pues todos los vegetales fermentados pueden contribuir a que resuelvas esta saludable necesidad: en varias culturas existen distintas soluciones, desde el simple guarapo de nuestros campesinos hasta el elaborado chucrut nativo de Alemania, pasando por el miso del Asia.
Los alimentos fermentados también son algunos de los mejores quelantes y agentes de desintoxicación disponibles, lo que significa que pueden ayudar a tu cuerpo a deshacerse de una gran variedad de toxinas, incluyendo los metales pesados.
Cuando comienzas por primera vez, debes comenzar con pequeñas cantidades, añadir media cucharada de vegetales fermentados en cada comida e ir aumentando poco a poco hasta llegar a un cuarto de taza (2oz a 4oz) de vegetales fermentados o cualquier otro alimento cultivado con una o tres comidas al día.
No queremos concluir sin mencionar, que los investigadores han encontrado que las bacterias de tu intestino son tan importantes que influyen, incluso en tu estado de ánimo pues sus productos ayudan a regular las sustancias que el cerebro necesita para mantenerse “sintonizado”. Eso sin mencionar que un 80% de la respuesta inmunológica depende del buen estado del intestino.
Las personas con sobrepeso, con reflujo, con acidez, con flatulencia o mala digestión pueden obtener beneficio de esta sencilla preparación casera: se trata de hacer la conocida y popular agua de panela, – un litro- usando panela orgánica, y cuando está fría se le añade una taza de yacón pelado, picado, muy bien lavado. Todo el conjunto se licúa y se pone en una vasija de vidrio o cerámica, en un sitio que mantenga, ojalá, algo de calorcito, para que en el curso de unos días, la mezcla se fermente, empieza a producir burbujitas y ya tenemos la buscada solución a muchos problemas. Fácil, barato y con ingredientes perfectamente asequibles para todos.
Dr. Giovanni Zapata Gutiérrez
Especialista Terapias Alternativas
Nutrición Terapéutica